sábado, 8 de septiembre de 2018

La memoria histórica



La memoria histórica tiene, sin duda, un enorme valor, pero el primero y más importante es que nos ayude a no repetir errores del pasado. En cambio, puede ser un desastre cuando la defensa de esa memoria tiene como objetivo traer asuntos del pasado como elementos de confrontación social en el presente.
Es como si quisiéramos recuperar las confrontaciones sociales del siglo XIX con el único y egoísta objetivo de obtener el mayor rédito electoral, es decir, alcanzar el poder sin pudor a la hora de considerar que el fin justifica los medios. Vivimos tiempos en los que cualquier actuación desde el poder, aunque sea nefasta para nuestra sociedad, está justificada en aras de obtener un puñado de votos. Asistimos a una demanda creciente, y al mismo tiempo imposible, de los populismos que cada vez arrastran a más ciudadanos cabreados. Para entender este proceso, basta con ojear los principios de comunicación de Goebbels allá por el año 1.933.
En consecuencia, se ha instalado en nuestras sociedades un proceso donde la radicalización y el oportunismo forman parte del pan de cada día. Dónde enterrar al dictador Franco es otro elemento de confrontación bajo el argumento de resolver un problema histórico. Pero para que eso fuera verdad debería hacerse a través de un pacto, no tanto político, puesto que esta decisión ya se tomó, sino acordando el procedimiento vía debate parlamentario, y a ser posible sosegado, intentando la ausencia de enfrentamientos. Declarar la urgencia a través de un Decreto-Ley, buscando el desencuentro con otras fuerzas políticas, solo se explica desde el objetivo de los votos. Porque aplicar el sentido común, en cambio, hacerlo de manera consensuada, no permitiría arrastrar votantes de Podemos al PSOE ni obligar al PP a retratarse. Conviene recordar que las formas, en democracia, no son una cuestión banal
Pero es todavía más llamativo que los nietos vengan a enmendar la plana a sus abuelos. A los que en verdad sufrieron la guerra civil y la dictadura franquista. Mi padre, militante del PSOE durante 75 de los 95 años de su vida, fue uno de los sufridores de ese periodo. Viví muy cerca de él todo el proceso de la transición y aprendí lo importante que es el dialogo, mirar al futuro, construir un país del que sentirnos orgullosos, evitar las confrontaciones históricas, ser generoso con las generaciones venideras... Desde esa generosidad renunciaron a exigir  responsabilidades cuando ellos eran legítimos tenedores de esos derechos. Mi padre y esas generaciones renunciaron exigir nada para construir un país diferente en el que la convivencia fuera la manera de superar los viejos enfrentamientos del siglo XIX y buena parte del XX. Algo debió hacer bien aquella generación cuando sus nietos forman parte de la generación que mejor ha vivido en la historia de España.
Ahora, esos nietos enmiendan a sus abuelos reclamando lo que los legítimos perjudicados no hicieron en aras de construir otro país. En esa reclamación está implícita la critica de lo mal que lo hicieron y, por ello, enmiendan sus decisiones. Conviene por tanto, recordarle, a estas generaciones, que es el futuro el que les pertenece, pero el pasado fue de otros a los que  conviene respetar, no solo porque lo hicieron con una enorme generosidad, sino con una enorme inteligencia politica para evitar, precisamente, los que sus nietos parecen buscar: volver al siglo XIX.

1 comentario:

  1. Sabias palabras. ¿Alguien se imagina a España en 1980 exigiendo responsabilidades a Estados Unidos por la guerra de Cuba? Le hubieran tomado por loco. Pues ha pasado el mismo tiempo que desde 1936 hasta hoy. Ridículo totalmente.

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